La batalla de Krásny Bor

 

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Voljov, 1941, cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau

El 9 de febrero de 1943, las tropas soviéticas limpian las minas de los campos colindantes a la ciudad de Krásny Bor y se preparan para su asedio. El rugido de los carros de combate se adueña del paraje por toda la noche.

Los oficiales estaban al corriente de la preparación del asalto soviético desde el 1 de febrero, y la tropa desde el día 2.

El conjunto de la División Azul defendía 30 km. de línea con catorce mil combatientes, pero no estará disponible más de 1/3 en la batalla. A las órdenes del coronel Sagrado, cinco mil treinta y un hombres para oponerse a cuarenta y cuatro mil rusos.

Los soviéticos están apoyados por un centenar de tanques, ciento ochenta y seis baterías de artillería, dos batallones de mortero y otros dos de cañones antitanques. De las seis baterías de la artillería española, es mejor no hablar. Ni un Tigre alemán aparecerá por allí y la Luftwaffe se presentará dos o tres veces y sólo por unos minutos.

Entre los oficiales españoles una excelente moral se mezcla curiosamente con el más negro pesimismo. Pero «un soldado no se da a la fuga, sobre todo un español». Están listos para un fin que quizá sea también un comienzo.

«Cada iniciativa valerosa exige la acción que la misma batalla implica de inmediato; de lo contrario el humano abre la puerta a la duda y se arrepiente de la decisión tomada que alimenta el temor a la muerte». Nada tendrá que ver esta batalla con la lucha contra el marxista ibérico.

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El día 10 de febrero de 1943, a las 6:40 de la madrugada y bajo una hermosa aurora boreal que pinta el cielo, los rusos abren fuego. Más de mil bocas de fuego hablan al mismo tiempo. Ningún veterano de la División escuchó nunca ésto y no suponía que pudiera escucharse. El brutal bombardeo continúa durante dos horas con la misma intensidad, destrozando todo el paisaje y embarrando la nieve.

Refugiados en los búnkeres, acurrucados tras las paredes de nieve helada, en sus agujeros individuales, los españoles resisten. Los soviéticos creen que los españoles se han volatilizado, mas no han hecho sino despertar la famosa cólera sagrada de los íberos. Una cólera que les transfigura en el portal de la muerte, convirtiéndolos en admirables héroes incapaces del miedo.

El huracán de la artillería soviética se deshace. Hacia las 11 de la mañana, los rusos creen que han ganado ya la batalla. «Pensando en la mentalidad del materialismo histórico, este éxito intentaba probar que sólo la materia cuenta. Los españoles tenían que justificar su presencia en Rusia demostrando lo contrario; que el hombre no era solamente carne sino también espíritu, que la Fe, el valor, la abnegación eran tan duros como el acero en cuanto tenían ocasión de expresarse».

Así, la batalla de Kránsy Bor también supuso el triunfo del idealismo sobre el materialismo y la despiadada potencia mecánica. No fue solamente un despliegue sobrehumano de heroísmo y resistencia, sino más bien la consagración de una cosmovisión sobre otra; la derrota simbólica del materialismo.

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Que en Rusia están, pintura de Augusto Ferrer-Dalmau

La noche cae sobre la llanura de Kránsy Bor. Los cañones callan; las ráfagas paran. La batalla ha terminado. Ya sólo se oyen los aullidos de los heridos desde el cercano bosque de Sablino. Y los cantos de los falangistas. «Cara al sol […]». Es increíble cómo el canto puede, en su caso, animarles. «Volverá a reír la primavera,/ que por cielo, tierra y mar se espera».

La primavera está de hecho próxima. En las llanuras rusas se manifiesta con 25º bajo cero. Mas no es tiempo de reír. La División no puede reagruparse sobre la antigua línea de frente ocupada por el enemigo. Se ha perdido la batalla. Muchos han sido hechos prisioneros por los marxistas, y tan sólo doscientos diecinueve volverán a tierras patrias 11 años después.

A la División le cayó el cielo encima de la cabeza esa misma jornada durante la batalla. Ahora, a los prisioneros les caerá el marxismo en el alma.

Balance del día: los rusos han matado mucha gente. Mil quinientos muertos y heridos sólo en el ala derecha de la División. Ellos perdieron mucho más: nueve mil según estimaciones moderadas. Pagaron un precio muy valioso por un ínfimo avance.

Los divisionarios perdieron la batalla, es cierto. Pero ganaron la guerra de los valores morales y humanos; aquellos valores de los que el marxismo nos intenta privar. Mañana volverá a comenzar la batalla, esta vez con un estilo diferente.

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Por la División Española de Voluntarios pasó gente de toda clase: falangistas, franquistas, militares, germanófilos, republicanos… Más allá de implicaciones ideológicas, la resistencia divisionaria fue épica, un derroche sobrenatural de coraje y heroísmo que conseguiría frenar la Operación Estrella Polar.

Hoy en día, la batalla de Krásny Bor no se estudia en las escuelas porque ello supondría reconocer y avanzar en la comprensión de la compleja realidad de la España de posguerra.

Ésta es la pequeña y gloriosa historia de la División Azul que nunca te contaron.

Diego Ayllón

Fuentes: [SAINT-LOUP: La División Azul, Barcelona: Ediciones Nueva República, 2ª ed. 2005, Cap. VIII. Kránsy Bor: el cielo que cae sobre la cabeza]

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